Ni trabajo, ni sueldo, ni posición, ni casa...ni demás sucedáneos de la felicidad moderna son quienes dan dignidad al hombre; porque la dignidad del hombre se encuentra en su capacidad de entender su naturaleza trascendente, el sentido de su vida y la profundidad de su alma , su capacidad para atender aquello a lo que natural y sobrenaturalmente está llamado y los límites a su voluntad que él mismo acepte libremente en pos de bienes superiores que son universales.
Esta y no otra es la relación de capacidades e inclinaciones que confieren la dignidad real al ser humano.
Quien busca su dignidad a través de bienes materiales e ideológicos camina por el sendero errado , con el alma vacía y la boca llena, hacia su suicidio.
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