Que no se detiene, ni podemos tomarle en las manos para guardarlo cerca
y mirarlo una y otra vez, como se va quedando pequeño, y viejo. El tiempo pasa,
y lo que ahora, justamente cuando digo, pasa, ya no volverá, hermano, para que,
arrepentido, pueda ofrecerme de nuevo.
La nostalgia, que ya dije que es lastre, anda cerca del ánimo cuando se escribe sobre
esto del tiempo. Ni se dice si perdido, o si ganado. La nostalgia anda cerca
del ánimo porque, uno quisiera detener el tiempo unas veces, otras que corriese
veloz como potros sin frenos y, aquellas otras, que volviese atrás para volver
a vivir aquello que no supimos vivir porque aún no sabíamos que el tiempo iba tan
aprisa…tan aprisa.
En las iglesias de nuestros pueblos hay una marca del tiempo que lógicamente,
no sé por qué, no le es dado tener a los hombres. La marca del tiempo, muy
viejo, muy viejo… y al contemplar nuestra Castilla, reinvento olores de vela e
incienso, imágenes que alumbran castillos y fortalezas con alcaides de tiempos
viejos; el tiempo se detiene y añoro el pasado sin meditar. Sin meditar sobre
el tiempo, para saber perderlo, porque me dicen que perderlo, creo, se está perdiendo
siempre, aunque gane para más adelante el cielo… quizá.
Seguro que es así el tiempo.
Es curioso que a mis 31 años, en ocasiones, siento que me voy haciendo viejo, y lo he sentido más y más esta tarde, cuando vi como ellas, mis hijas, al salir del colegio, corrían y jugaban y reían, mientras yo pensaba - porque tenía la obligación de pensar - por ellas como por mí pensaban cuando yo no pensaba.
Seguro que es así el tiempo.
Es curioso que a mis 31 años, en ocasiones, siento que me voy haciendo viejo, y lo he sentido más y más esta tarde, cuando vi como ellas, mis hijas, al salir del colegio, corrían y jugaban y reían, mientras yo pensaba - porque tenía la obligación de pensar - por ellas como por mí pensaban cuando yo no pensaba.
El tiempo es un rezo a Dios y es bueno que se nos vaya como cuentas de
Rosario, en cuyas estaciones -quizás
cumpleaños, quizás onomásticas- hacemos un alto. Lento, muy lento, para meditar
sobre la mesa o sobre suelo de la iglesia.
Que el tiempo no se detiene es verdad, y hay que llenarse las manos de obras
buenas, bien hechas, sinceramente hechas. Medita esto mientras rezas y habrás
comprendido todo.
Con las manos llenas, cojamos el tiempo con obras. Así, hermano, hay que
tomarlo, aunque él se nos escape y queden las obras, que esto es lo que
queremos tú y yo. Lo demás, es Ley de vida que se vaya el tiempo cómo se fue la
niñez y se irá la juventud. Y al
contemplar hacia atrás el tiempo vivido, exclamamos ¡Dios mío! ¡Qué tremendo es
esto! ahora soy yo mientras me dicen que tengo que ser hijo, hermano y padre a
la vez.
Y me parece que fue ayer, cuando yo era el niño que salía del colegio y
gritaba y jugaba y reía sin pensar porque no necesitaba pensar demasiado,
porque era feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario