Compramos el tiempo de otros que sale más barato de lo que nos cuesta ganar el nuestro, compramos tiempos de otros para que hagan cosas nuestras porque nosotros no tenemos tiempo. Si trabajo para comprar tiempo de otros porque yo no tengo tiempo de hacer tareas cotidianas, ¿no estamos perdiendo el tiempo?
Solo unos pocos pueden comprar mucho tiempo de otros sin que a su vez, tengan ellos que gastar mucho del suyo para poder hacerlo. El resto, vivimos con la ilusión de encontrar y acceder a sucesivas comodidades y comprar servicios que nos ahorrarán tiempo, porque no tenemos mucho tiempo, pero si tuviéramos más tiempo, quizás no necesitaríamos comprar cosas para ahorrar tiempo.
El Mundo Moderno planifica un marco mental que sostiene nuestra sociedad como una sociedad de los inmunes, de parias, cuya máxima en la vida es la aspiración a dejar de serlo, pero ni siquiera el resto de nuestra vida cual "american dream", sino en pequeñas dosis: soy una servilleta, vale, pero en cuanto puedo me convierto en mantel.
En la esfera atea y liberal del consumo, de la apariencia, puedo obtener válvulas de patricio que estimulan y amortiguan la sobredosis de plebeyo cotidiano. “Tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos”, decía Tyler Durden; cada vez más ni siquiera eso.
Toda una industria que gira alrededor del tiempo trabaja para que te adaptes, para que asumas tu culpa, para que aprendas a gestionar tu tiempo –time management-, para que superes tus temores y traumas, para que mejores tus habilidades sociales, para obligarte a ser siempre positivo, frases hechas y lugares comunes que se reducen a ti y a ti: coaching, autoayuda, pastillas para los que no aguanten el tirón de la competición y exclusión para los que se quedan fuera.
Yo quiero quedarme fuera para romper , a pedradas de fe, su palacio de cristal.
Reconquista tu Espíritu.
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