El caballero andante era el hombre que se entregaba la Reconquista del Santo Sepulcro. No era el bravucón donjuanesco que malgasta la santidad de la espada, sino el héroe que cuidaba de la santidad de la espada, porque está en el instrumento de su Santidad.
La vida del caballero andante obedecía al destino espiritual de la vida. Él no defendía su vida por el placer de vivirla, sino para alcanzar una mayor dignidad para su vida. No atropellaba a la muerte por el placer de encontrarla, sino para prepararse para la dignidad de la muerte. En su condición de hombre, conocía el valor de la vida y el valor de la muerte, y sabía que la muerte era el premio que Dios reservaba al hombre que había usado bien de la fortuna de la vida.
I.B. Anzoátegui ("Extremos del mundo")
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