martes, 27 de enero de 2015

sábado, 24 de enero de 2015

Estado Servil: Tiempo como esclavitud.

Compramos el tiempo de otros que sale más barato de lo que nos cuesta ganar el nuestro, compramos tiempos de otros para que hagan cosas nuestras porque nosotros no tenemos tiempo. Si trabajo para comprar tiempo de otros porque yo no tengo tiempo de hacer tareas cotidianas, ¿no estamos perdiendo el tiempo?

Solo unos pocos pueden comprar mucho tiempo de otros sin que a su vez, tengan ellos que gastar mucho del suyo para poder hacerlo. El resto, vivimos con la ilusión de encontrar y acceder a sucesivas comodidades y comprar servicios que nos ahorrarán tiempo, porque no tenemos mucho tiempo, pero si tuviéramos más tiempo, quizás no necesitaríamos comprar cosas para ahorrar tiempo.

El Mundo Moderno planifica un marco mental que sostiene nuestra sociedad como una sociedad de los inmunes, de parias, cuya máxima en la vida es la aspiración a dejar de serlo, pero ni  siquiera el resto de nuestra vida cual "american dream", sino en pequeñas dosis: soy una servilleta, vale, pero en cuanto puedo me convierto en mantel.

En la esfera atea y liberal del consumo, de la apariencia, puedo obtener válvulas de patricio que estimulan y amortiguan la sobredosis de plebeyo cotidiano. “Tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos”, decía Tyler Durden; cada vez más ni siquiera eso. 

Toda una industria que gira alrededor del tiempo trabaja para que te adaptes, para que asumas tu culpa, para que aprendas a gestionar tu tiempo –time management-, para que superes tus temores y traumas, para que mejores tus habilidades sociales, para obligarte a ser siempre positivo, frases hechas y lugares comunes que se reducen a ti y a ti: coaching, autoayuda, pastillas para los que no aguanten el tirón de la competición y exclusión para los que se quedan fuera.

Yo quiero quedarme fuera para romper , a pedradas de fe, su palacio de cristal.

Reconquista tu Espíritu. 

jueves, 22 de enero de 2015

Osadía

La Tradición representa el salto de lo finito a lo infinito, del mundo al trasmundo, de la naturaleza a la Gracia -y para ello no hay ningún camino sino el que Dios quiere crear - y vivirla supone la más grande, la más auténtica osadía a la que el hombre es dado atreverse.

Aceptar este fuego y no arder en él, he aquí la osadía. Recibir en si el amor ardiente y no convertirse en ceniza, he aquí la gran osadía.

viernes, 16 de enero de 2015

Un arsenal de ideas (XXI)

¡Al asalto!



Ir a pagar al supermercado y hacerlo tú mismo con una máquina en lugar de que haya una cajera atendiendo, ir a la gasolinera y no necesitar a nadie que ponga la gasolina, una máquina evita que un trabajador monte partes de un coche y un largo etcétera de ejemplos de automatización de cada vez más sectores productivos, incluidos también los que son intensivos en actividad intelectual.

La primera reacción de una sociedad de trabajadores sin trabajo es la del estupor y la desorientación.

Más bien una sociedad basada estrictamente en el trabajo pero donde no hay empleo, pues hoy se trabaja más que nunca. Solschenizyn trataba este tema bajo el supuesto socialista y no dudaba en asignarle una cierta dosis de brutalidad pero visto desde la óptica del mundo liberal es, a diferencia del socialista, todavía más brutal pues, a todos los males anteriores se le suma el hecho de que no hay trabajo.

Ese proceso de adelgazamiento del embudo en torno al empleo se va a seguir dando, es algo digamos, objetivo, da igual lo que lloremos, se da, y se va a dar más. El hecho importante entonces es cómo afrontar desde nuestra idiosincrasia y tradición todos estos cambios productivos, culturales, psicosociales, y político-económicos.

El liberalismo formalmente se apoya en la ideología moderna del trabajo para pensar la riqueza, pero materialmente apuesta por la visión y la praxis del trabajo como eje vertebrador de la vida y de la naturaleza del hombre -eres tu trabajo-, fuera de toda restricción reguladora.

¿Es en sí mismo malo que una máquina haga algo que antes hacía una persona? Yo creo que no, es más, es bueno, libera tiempo para poder dedicarlo, precisamente, a cosas más importantes. El problema es el reparto del tiempo liberado, no el hecho de que se libere.

No hay que negar los cambios, hay que tomarlos por asalto.