viernes, 16 de enero de 2015

¡Al asalto!



Ir a pagar al supermercado y hacerlo tú mismo con una máquina en lugar de que haya una cajera atendiendo, ir a la gasolinera y no necesitar a nadie que ponga la gasolina, una máquina evita que un trabajador monte partes de un coche y un largo etcétera de ejemplos de automatización de cada vez más sectores productivos, incluidos también los que son intensivos en actividad intelectual.

La primera reacción de una sociedad de trabajadores sin trabajo es la del estupor y la desorientación.

Más bien una sociedad basada estrictamente en el trabajo pero donde no hay empleo, pues hoy se trabaja más que nunca. Solschenizyn trataba este tema bajo el supuesto socialista y no dudaba en asignarle una cierta dosis de brutalidad pero visto desde la óptica del mundo liberal es, a diferencia del socialista, todavía más brutal pues, a todos los males anteriores se le suma el hecho de que no hay trabajo.

Ese proceso de adelgazamiento del embudo en torno al empleo se va a seguir dando, es algo digamos, objetivo, da igual lo que lloremos, se da, y se va a dar más. El hecho importante entonces es cómo afrontar desde nuestra idiosincrasia y tradición todos estos cambios productivos, culturales, psicosociales, y político-económicos.

El liberalismo formalmente se apoya en la ideología moderna del trabajo para pensar la riqueza, pero materialmente apuesta por la visión y la praxis del trabajo como eje vertebrador de la vida y de la naturaleza del hombre -eres tu trabajo-, fuera de toda restricción reguladora.

¿Es en sí mismo malo que una máquina haga algo que antes hacía una persona? Yo creo que no, es más, es bueno, libera tiempo para poder dedicarlo, precisamente, a cosas más importantes. El problema es el reparto del tiempo liberado, no el hecho de que se libere.

No hay que negar los cambios, hay que tomarlos por asalto.

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