lunes, 23 de febrero de 2015

Despertad al León.

Desgraciadamente los hombres hemos perdido el sentido de la Tradición y la hemos transformado en una práctica piadosa y carente de espíritu , que prescinde de fuego y de vida . Hemos hecho de la Tradición algo probo, tranquilo y burgués.

¡De la Tradición! ¡Qué es un torrente salvaje que espumea de piedra en piedra, se arroja al abismo y llena el valle con su estrépito! lo hemos remansado en una presa gigantesca en la que las naturalezas amantes de la tranquilidad gustan de holgazanear; una presa en la que es posible pasear en barca sin el menor peligro. La hemos robado su fuerza y su ímpetu. ¿Cómo podemos entonces admirarnos de que estas aguas muertas no sean capaces de poner en movimiento ninguna rueda? ¿Y de que el caminante sediento desprecie esa masa de agua estancada y busque para su refrigerio cualquier riachuelo de montaña, poco caudaloso, pero claro?.

Hemos domesticado al león y, encerrado en su jaula, lo paseamos por la calle. Un conservadurismo que huele a sudor y habitación cerrada pregona sus excelencias, hermosuras y fuerza, mientras la masa de los hombres pasean despreocupados por barrios y ciudades. ¡Dejad al león que salte! por sí mismas se harán evidentes entonces su fuerza y la gracia de sus movimientos.

La Tradición es un hierro candente que derrama chispas. Lo hemos sumergido en agua fría. El fuego y las chispas han desaparecido, y como único recuerdo de su belleza queda ahora, sobre el hierro, una delgada capa grisácea. 

La Tradición se ha convertido en un asunto de burgueses tranquilos y cómodos, a los que el ruido, la actividad, la originalidad y ,en definitiva, el torrente les molesta. Limpios,  se sientan en su casa, en su confortable sillón, introducen los pies en sus cálidas pantuflas, mientras se regodean en sí mismos, con espíritu ausente.

Y es precisamente esta mentalidad burguesa la que encarna al más refinado enemigo de la Tradición, la que representa lo más opuesto imaginable al ser. En el mejor de los casos hemos relegado la osadía de la Tradición al campo de la moral, en lugar de dejarla en el campo de la acción, del ser.

De esta traslación ha nacido - y fue siempre así- el tipo del hombre moralizante, que ya no es hombre sino escrupuloso, al que ya no interesa la vida, ni el espíritu, sino la letra.

Quien reclama poco, no recibe nada; aquel que lo reclama todo, lo obtiene todo. Dios lo reclama todo.

<<Vosotros sois la sal de la tierra; pero, si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará?>>

domingo, 22 de febrero de 2015

Plagas

Soledad, depresión, sucidio, ... patologías de la modernidad en un mundo hiperconectado y aislado al mismo tiempo; no es que no existieran antes, es que han tornado en pandemia.

Cuando la soledad deja de ser "el imperio de la conciencia" que decía Bécquer.

Rompe sus barreras.

Olvidar el dinero como único medio posible de cambio y usarlo para lo imprescindible.

Trabajar menos, ganar lo justo, eliminar la avaricia.

Usar el tiempo para enriquecer nuestras vidas.

Nacemos con una única riqueza, el alma, y la vendemos por muy poco.  Siempre es una cuenta atrás.

Todo lo demás es "atrezzo".

viernes, 20 de febrero de 2015

El Cielo es el límite

Todos están muertos.

<<Considerad una cosa, señores. En el mundo antiguo la tiranía fue feroz y asoladora; y sin embargo, esa tiranía estaba limitada físicamente, porque los estados eran pequeños y las relaciones universales imposible de todo punto. Señores, las vías están preparadas para un tirano gigantesco, colosal, universal, inmenso [...] Ya no hay resistencias ni físicas, ni morales. Físicas, porque con los buques y las vías férreas no hay fronteras, con el telégrafo no hay distancias.  Y no hay resistencias morales, porque todos los ánimos están divididos y todos los patriotismos están muertos.>>

Esto nos lo decía Donoso en su "Discurso sobre los sucesos de Roma" en  1849. No sé bien que diría 166 años más tarde pero no cabe duda de que las vías ya están listas y el tirano cerca.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Mundo demente.

El Mundo Moderno imprime en nuestros anhelos la exaltación del "yo" egoista mediante el bombardeo inhumano de propaganda y estilos de vida que abarcan cada rincón de nuestra existencia y que nos convierte en hombres bestia: desarrollo personal, autoayuda, autosuperaciòn, competitividad, vida basada en la "carrera" profesional... Es curioso porque son objetivos inalcanzables en su totalidad, lo que nos hace más infelices y nos empuja - todavía más- hacia esa espiral de egoísmo y consumo.

Ya no tenemos lazos ni estamos ligados a nada que no sea nuestro ombligo, no queremos saber nada de nuestros abuelos a los que pronto metemos en esas infames peceras humanas que son las residencias para que no estorben, no tenemos fe , pensamos que nuestros padres- a los que tratamos con una hipócrita condescendencia- están anticuados y que nada tienen que enseñarnos , no queremos tener hijos y no dudamos en matarlos en el vientre de sus madres para que no supongan una carga ... Todo ello regado con una carga de mal comprendida libertad y abonado con una falsa concepción del derecho individual. Aún así creemos vivir en una sociedad más libre y más completa, más satisfecha... es demencial.

El mundo moderno nos crea infelices desde el mismo momento que nacemos pues nos niega todo aquello que realmente hace feliz al hombre : la familia, la fe, de la comunidad, la patria, la costumbre y la tradición , etc... el sentimiento de pertenencia a algo que va más allá de nuestros pies y que nos completa como seres humamos saludables.

¿Quieres saber lo que realmente te hace feliz de verdad? el consejo de tu abuelo, la sonrisa de tu madre, la caricia de tu esposa y el abrazo de tus hijos.