miércoles, 23 de julio de 2014

Un arsenal de ideas (XVIII)

¡CRETINOS!

Ciudadanos de un lugar llamado Mundo lo seréis vosotros, cretinos.

Mójate

Las virtudes descompasadas y a la intemperie pueden ser más nefastas que los errores. La modestia, por ejemplo,  debe ser desarrollada en los objetivos, nunca en las convicciones. Un hombre que no se moja en sus convicciones viene a ser un ciudadano del mundo -por más que lo reivindicase Cyrano- , un "termino medista", un tibio, un cobarde. Los grandes cambios que en el mundo se han dado nunca se lograron a través de esa óptica que ,por cierto, es la que nos quiere inculcar el mundo moderno y su moderantismo repugnante; sus motivos tendrán.

Como se lee en Mt 5,37: Sea vuestro lenguaje: `Sí, sí' `no, no': que lo que pasa de aquí viene del Maligno.

Es decir: échale huevos.

Mójate.

martes, 15 de julio de 2014

Amor o Barbarie

El mejor sistema para acabar con el asfixiante igualitarismo social es reflexionar acerca del "Amor" , comprobando como éste supone el sistema más primario y esencial con que percibimos la inconfundible individualidad de los seres.

Amor o barbarie.

sábado, 5 de julio de 2014

Somos hombres de otro siglo (XVII): Exigencia.

Andamos exigiendo a los demás, en la vida íntima y privada , una vida justa, bella,  emprendedora y altiva , con santidad para todos -menos para mi-  y con paz para todos - menos para mi también.

Y no nos preguntamos, si estamos en condiciones de merecernos esa exigencia.

Si es que, en verdad, somos exigentes con nosotros mismos y con el prójimo que a nuestro lado pasea  que no marcha.

Andamos exigiendo, que esto es muy hispánico, y no nos exigimos.

Esto también es muy hispánico, y muy aldeano, y muy de ciudad. Y también de Capital. Porque las cosas no vienen solas si alguien, antes de echarlas a rodar, no las empuja.

Porque es preciso que antes de exigir nos exijamos.

Que la paja en el ojo ajeno, se ha convertido por vicio en la viga que no vemos en nuestro propio ojo , que ya no duele.

Exigencia para todos y para mí el primero.

Exigencia de bondad - la buena fe- la fe de los buenos.

Exigencia para la hombría, la honradez y el trabajo íntimo. Para la pureza de  intenciones y la grandeza del alma.

Para marchar consciente por la vida del alma arrancando de mi vida imperfecciones y pecados que siempre debí tener y cometer , por cristiano y que por español debía ir evitando , para poder gozar de esa paz interior que da la paz del corazón.

Exijo y me tengo que exigir.

En el nombre de la exigencia que me hago -así empieza el rezo - te pido Señor, por la exigencia que los demás en mi prójimo tienen que hacerse.

Y así, que es una buena manera de empezar rezando, no me olvido de mi calamidad espiritual.

Quizás, hermano, alguien no entienda esto de llorar a solas , ante un Cristo viejo y flaco - de cualquier iglesia de piedra levantada por el trabajo de los hombres - . Y quizás no entiendan que te aprietas el corazón, exigente de dolores, para sentirlo, porque quiere ser el primero en exigirte y exigir después a voz alta - en alta voz- en voz portada por todos los tuyos - y tú portavoz, de tu idea- que todos se exijan ser mejores en todo, si pretenden y desean una vida mejorada. Superada. Aspirada en sus afanes.

Por la exigencia alzamos la bandera y seguimos en pie tras ella. Solo los que se exigen , pueden tener paz en el corazón. Los que sólo exigen, sin exigirse, algún día rendirán cuentas de su cruel falta, de su tremenda hipocresía.

jueves, 3 de julio de 2014

Santos y pecadores

Por eso los americanos somos lo que somos. Podemos ser santos; pero lo somos españolamente, sin mojigatería de converso tardío y sin arrumacos de vieja calumniadora; podemos ser pecadores, pero  lo somos españolamente, pecando con desobediencia, pero no con rebelde deslealtad, rindiendo con la conciencia misma la desobediencia, el pleito-homenaje debido a Aquel a quien debemos todo acatamiento. Podemos ser santos , y lo somos en familia, a la manera medieval , con un vaso de vino delante ,pidiendo a Dios el honrado pan de cada día. Podemos ser pecadores, y lo somos como hijos, con la seguridad por adelantado de que alcanzaremos el perdón, no porque nos creamos con derecho a pecar, sino porque nos sabemos con derechos de hijos. Santos y pecadores tocados de esas sobrenaturalidad amorosa que le permite al santo decir: <<he caído afortunadamente para levantarme hacia Dios>>; y le permite al pecador balbucear al oído de la mujer amada:<< te quiero tanto que no tengo necesidad de besarte>>.

Así nos hizo España.

Ignacio Braulio Anzoátegui "Alas y olas de España" (Buenos Aires 1942)