martes, 12 de noviembre de 2013

Somos hombres de otro siglo (X): Silencio

Hubo un tiempo en la Historia de España y del Mundo que, por nosotros , habló el ejemplo.
Y habló la sangre y el rezo. Y la pólvora. Y la canción. Y los muertos silenciosos, en su mensaje de presencia exigente.

Porque para hablar no es necesario abrir la boca, ahora que tantos imbéciles lo hacen.

El silencio mantiene su lealtad en tantas y cuantas ocasiones es preciso, y mantiene su altivez frente a los que tienen la boca para el bostezo tranquilo, para el alarido histérico, para la murmuración cobarde o para el «sálvese quien pueda».

Con el silencio a cuestas, y a cuentas, como jurado ,nos mantenemos jóvenes y maduros, y con silencio nos mantendremos de pie cuando veamos caer a los nuestros , que caerán ,pero no muertos, sino desencantados.

Mantente en silencio ,hermano, pregonando con el gesto y la obra del tremendo silencio, la lealtad a Cristo, y a la forma , y a la existencia ,y a la esencia.

Por eso te pido -me pido- silencio ,como el centinela en la escucha , como en la vela de armas solemne, como quien cita un voto, como cuando dialogas con los muertos.

Te pido silencio para la oración, para consumirte de amor  mientras velas por tus hijos , mientras besas a tu esposa , mientras lloras con tu madre y mientras contemplas la bandera. Que la acción hablará en su día por ti.

Te pido silencio ,hermano, cuando tantas y tantas cosas piden que cantes alarmas ,posturas, charlatanerías y cobardías.

Silencio frente a todos ,para mantener el honor de todo.

Silencio de Quijote, que sabe que el honor de las armas está en su empleo y no en las armas mismas.
Quisieran, bien robarnos esta fuente viril del silencio en todas las circustancias, quienes no saben más que vocear tozudos errores, que empiezan ellos mismos por mantener. 

Mantengamos fiel la postura en el silencio del servicio abnegado. Empuñemos cada uno nuestro remo para batir la ola y poner en marcha la nave. No interroguemos  al vecino ,porque él, aún no conociendo ni el remo ,ni el mar, ni la nave, sabe que manda el Capitán y, por ello, pide de cada uno el silencio tercamente leal, amorosamente leal .

Que así sea.


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