Le basta a Castilla con ser madre, y la madre nunca exige dádivas por sus desvelos. Con todo, Castilla tiene una explicación porque Madrid también es Castilla, tan Castilla geográficamente como Palencia o Ávila.
Pero Madrid, ese Madrid, que se llamaba Castilla la Nueva, lleva décadas empeñada en ser «nueva» con una falsa «novedad», renegando prácticamente sus facciones y rasgos de Castilla.
Demasiado nueva. Demasiado poco Castilla.
Castilla es creyente ,e higiénica, y alegre, y sana, y tradicional y amante hasta el delirio de España.
¿Madrid? se avergüenza uno de haber nacido en este solar, ridícula caricatura de metrópoli sin conciencia, empapada en el escepticismo de lo moderno, escuálida espiritualmente por los pesimismos sombríos y sin fe, sin la alegría y la prestancia de la juventud , que aquí en esta urbe empeña diariamente su vida en suicidarse. El Madrid que quiere cerrar con doble llave el sepulcro del Cid y trata de hacer comparecer todos los valores patrios ante el pestilente tribunal de una crítica menuda y demoledora , y rinde homenaje farisaico a la democracia y al liberalismo , y proclama estúpido el amor a la patria , erigiendo un pedestal al descreimiento religioso y a la inmundicie.
Castilla no busca salarios sino que quiere a sus hijas, pero las quiere arrepentidas de su apostasía y convertidas contritas - de hinojos - a lo castellano. Que se levante de nuevo el espíritu viejo , que vuelva la religión, que vuelva la patria, que enjugue Madrid públicamente, con su conducta, las lágrimas que está haciendo llorar al rostro castellanísimo de nuestra madre...
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