Hacía mucho tiempo que no me daba la vena de ponerme
romanticón con los temas de trabajo, pero hoy he tenido tiempo de pensar (mal hábito,
lo sé) y he llegado a una conclusión que , por sabida e interiorizada, la tenía
olvidada; la conclusión es simple: estoy
orgulloso de ser policía.
Estoy trae diferentes observaciones, mas si cabe dentro de
un planteamiento crítico, al propio sentimiento de orgullo y la noción del ser
policía, incluso si me apura y me soporta querido lector, al puro concepto policía. Sea paciente amigo mío, me explico.
Esta semana ha sido como las demás, el Lunes un camello de
poca monta nos lió un pollo de cuidado; mientras mi compañero (que además es mi
amigo) y yo realizábamos una
identificación con motivo de una reclamación judicial, el camello en cuestión
se puso muy nervioso y antes de que cantase un gallo ya estaba lanzando
puñetazos y patadas (que por cierto me dieron a mi) para intentar salir por patas; intentar, si,
pues mi compañero estaba en el lugar y pudo interceptarle. Acabamos los dos
revolcados en el suelo con él para poder reducirlo y engrilletarle, mientras el
buen ciudadano traficante de droga increpaba a sus colegas para que le echasen
una mano con los dos maromos de más de cien kilos que tenía encima, yo pedía refuerzos
por el equipo. Cuando la cosa estaba más jodida y los ánimos más caldeados, los
amigos del personaje en cuestión (se podrán imaginar, ningún premio Nobel entre
ellos) venían con intenciones nada saludables para el que escribe y su
compañero. En ese mismo instante llegó un zeta, a los pocos segundos otro y así
hasta 3 vehículos radiopatrullas habían acudido de refuerzos, ¡en menos de 1
minuto!. Lo demás no interesa al relato.
El Miércoles nos curramos varios servicios que, fruto del
trabajo de varias semanas, se tradujeron en un par de entradas en determinados
puntos calientes de venta de droga de la zona donde trabajamos. Cuando durante
la reunión previa solicitamos que viniesen
con nosotros un par de indicativos de apoyo, la reacción de los compañeros
fue impresionante, parecía que regalábamos cupones, absolutamente todos se
quisieron apuntar. Sobra decir que el jefe puso orden, asigno un zeta y un
indicativo de motos de apoyo. También sobra decir, el resto se quedaron atentos al equipo por si
había que apoyar, bastante cabreados por no haber podido venir.
Esto resume de forma gráfica y bastante a las claras el
ambiente que a día de hoy se está viviendo en las comisarías españolas,
mayormente en las plantillas donde abundan los compañeros más jóvenes, y da que
pensar en la situación que vivíamos hace apenas 6 o 7 años en comparación con
la actual. Todo un lujo.
Otra de las cuestiones que me hizo reflexionar acerca del
hecho de sentirme orgulloso por poder ejercer un oficio que amo de corazón, ha sucedido
hoy, durante el trabajo y la verdad no es nada del otro mundo pero es un hecho
que ejemplifica de forma extraordinaria el tema que estoy tratando y que quiero
hacer ver al lector.
Ya era de noche y escuchamos por el equipo que se comisiona
un zeta debido a la llamada de un vigilante de seguridad de una obra que
requería presencia policial debido a que varias personas habían entrado en
dicha obra y podían estar robando material de construcción. Nos hemos puesto
las pilas y hemos acudido; mientras que llegábamos al punto, no pensábamos en
el peligro que podía acarrear llegar los primeros, no pensábamos que nos podían
abrir la cabeza a ladrillazos (ojo que esto ya me ha pasado) o que nos podríamos
encontrar con personas que no tuviesen nada que perder (y estos, cuando se
sienten acorralados son bastante peligrosos) … no, íbamos comentando los planes
de boda de mi compañero, las risas que nos pasamos el Jueves, lo jodida que se
está poniendo la vida con la dichosa bajada de sueldo y que los inútiles y calienta
sillas de la División
de Personal no sacan ni pa atrás
Acción Social este año. Estoy convencido de que si nos hubiésemos parado a
pensar lo que nos podría suceder habríamos llegado al lugar acojonados o
simplemente no haber ido (ya que no era a nosotros a quienes nos habían
comisionado, simplemente íbamos…) por que a todo esto, ni somos super hombres
ni tan siquiera personas dotadas de características especiales, somos
simplemente hombres y como tal nos tenemos.
Al final la cosa fue una tontería, unos bandarras que no tenían nada mejor que hacer que colarse en una
obra para hacer un poco el ganso y pasar la tarde, pero ese no es el hecho.
Podría poner muchísimos ejemplos que a lo largo de mi carrera he vivido, pero
creo que explico perfectamente lo que quiero decir.
Es decir, estoy orgulloso de mis compañeros y de la labor
que desempeño; pero aquí viene otra cuestión de fondo, al final de todo ¿qué
somos? ¿simples funcionarios o algo distinto? ¿Somos personas que trabajan para
el Cuerpo Nacional de Policía o somos policías que formamos dicho cuerpo?
Sabemos bien que , como en botica, hay de todo y más si nos fijamos en
determinados puestos y alguna que otra oveja negra dando balidos por los
pasillos. También escuece mucho el propio comportamiento de nuestros cabezas pensantes (con sus puestos
designados por el politicastro de turno), su séquito de lameculos y los que
ansían la palmadita en la espalda, por cierto, estos últimos los peores. Esto
genera una gran controversia, pues a los ojos de la gente todos somos policías
pero desde dentro sabemos y conocemos la diferencia, sabemos que no somos lo
mismo y de hecho no nos consideramos iguales, jugamos en distintas divisiones y
desgraciadamente el reconocimiento es la mar de injusto.
Por un lado estamos los policías, los que curramos y
curramos bien: el chaval que patrulla los peores barrios de madrugada, el
inspector que coordina un turno, el que coge las denuncias de una mujer que
acaba de ser violada, el que sentado en un apolo se tira 12 horas vigilando un
objetivo, el que se pega 10 horas frente a un ordenador trabajando unas
diligencias fruto de una investigación de meses, el jefe que se pega con un juzgado entero para
dar la cara por los suyos , que sabe suyos y que siente suyos…los que no trabajan
sino que pelean.
La otra división es más turbia, más oscura: son los que
trabajan para si mismos y, de paso y por que toca, para la Policía. Son los trepas, los
calienta sillas, los que se esconden en las intervenciones, los corruptos, los
que son capaces de traicionar a sus muertos por la dichosa palmadita o el
puesto prometido, los que se prostituyen al interés político o mediático, los
que venden el buen nombre de nuestra
institución, los que carecen de escrúpulos, los vividores, los sinvergüenzas…los
mierdas, los cobardes.
Nos acercamos ya al meollo de la cuestión, el propio y real
significado de policía que va íntimamente unido al propio ser policía. ¿Es policía todo el que supera unas pruebas, tiene
placa y pistola? Legalmente de necios sería negarlo, pero no todo el que posee
esas cualidades será policía a los ojos de la propia filosofía, del mismo
sentido común y de sus compañeros. Veamos
que nos diría la mente más privilegiada de su época y una de las más
influyentes en la propia cultura occidental (antaño cristiana) , el Buey Mudo, Santo Tomás de Aquino: <<Ens est id quod haber esse>> , es
decir, se entiende por ser cualquier manifestación del ser en cada una de sus
características: como acto y como potencia. Será policía quien actúe, se manifieste
y ejerza como tal, además como es obvio de tener esa condición de puro formal,
que es la que legalmente le considera como agente de la autoridad, otorgándole
una serie de obligaciones y oficio que le serán remuneradas.
Vamos a volvernos locos, que esto se va terminado. ¿Policía?
¿Policía será quien adopte un sistema de
leyes cambiantes y no posea ni voz ni conciencia? ¿Qué acate todo como una
máxima indudable? si la cosa es así, ¡que pare el tren que yo me bajo! pues de estos polvos vienen aquellos lodos y de nada valdría seguir escribiendo. El policía sabe que se
tiene que adaptar , lógicamente, a un sistema legal y que en la medida de sus
posibilidades y conciencia debe hacerlo cumplir, pero sabe también a quien se
debe; se debe a los suyos, a su familia, a sus vecinos, a su comunidad … a su
patria; porque lógicamente la quiere, la respeta y la guarda…este es el fin de
la existencia de nuestro oficio, lo que debemos tener claro al final y lo que
algunos no entienden o directamente se lo pasan por el forro de las pelotas. Por
ello debemos sacar a relucir aquel concepto que nos enseñaron muy por encima y
de pasada (mientras nos taladraban con detritus de corrección política
inservible) en las aulas de la academia y
que no es otro que el poder discrecional, la capacidad de decidir y el deber de
amoldar los hechos y las circunstancias a la propia situación, a la personal y
necesaria decisión.
En fin, por hoy ya es suficiente y me quedo contento de
saber que alguien haya podido acabar la parrafada que les acaba de soltar este
extraño sujeto. Por lo menos reflexione querido lector…
¿Es usted policía?
Ahí es nada.
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