Cofrades encapuchados en una procesión en la localidad siciliana de Enna./ AP
Sicilia, Cerdeña y el sur del país mantienen numerosos ritos heredados del dominio de Aragón y las monarquías ibéricas
ÍÑIGIO DOMÍNGUEZ | CORRESPONSAL. ROMA
Italia, siempre oculta tras sus tópicos, saca a la luz en Semana Santa una de sus facetas más olvidadas por los españoles, la propia herencia cultural española. Cerdeña, Sicilia, Nápoles y toda la mitad sur de la península fueron primero parte del Reino de Aragón y después del de España, a partir de los Reyes Católicos. Fue una presencia de cuatro a seis siglos que ha dejado numerosos rastros en las costumbres, pero quizá el más visible sea el de las fiestas de Semana Santa, las más características y famosas de Italia.
Una de las procesiones de Viernes Santo de Palermo es la Virgen de la Soledad, dicho así, en español. Igual que la 'Setmana Santa' de Alghero, la localidad sarda donde aún se habla catalán. En Campania, la región de Nápoles, hay un Via Crucis de 2.000 cofrades instaurado por los españoles en 1630 en las faldas del Vesuvio; en la isla de Procida, célebre por sus procesiones, la cofradía más antigua data de 1583, fundada por el cardenal Íñigo de Ávalos de Aragón; y en Sorrento son famosos los encapuchados blancos y negros, maniqueísmo ajeno a la cultura italiana, con los misterios añadidos en el siglo XVII por orden del virrey español. Las procesiones son un clásico producto de la Contrarreforma y el Concilio de Trento, cuyos principales difusores fueron España y los jesuitas. Por eso donde estuvieron dejaron su huella, que llega hasta los ritos de Taranto, en Puglia, ya en el 'tacón' de la península.
Tremendismo
Las procesiones, los pasos, los encapuchados, los capirotes, las velas, son como los de Andalucía y apenas se encuentran en el resto de Italia. El tremendismo y el dramatismo, profundamente ibéricos, son casi exclusivos de los territorios de antiguo dominio español, no inherentes a la Iglesia. En la misma Roma, centro del catolicismo, las ceremonias son solemnes, pero sin asomo de tenebrismo, poco turísticas.
En el resto del país predomina lo escénico -hay más de tres mil Pasiones vivientes-, el lado festivo del Domingo de Resurreción y prácticas de origen pagano, petardos y fuegos artificiales incluidos. En Urbania, un pueblo de Marche, en el centro del país, el acto principal es una batalla de huevos y, en torno a este elemento, símbolo del origen de la vida, gravitan las fiestas de Tredozio, en Emilia-Romagna, en el centro-norte: desde un concurso de comer huevos duros a echar a rodar por la calle un huevo gigante de mentira en plan Indiana Jones.
Pero no hay nada de esto en las islas y en el sur. En Sicilia, el rastro español es evidente en Enna, donde los reyes españoles establecieron, como en muchos otros lugares, confraternidades religiosas basadas en las gremiales. En 1740 se contaban 34 y hoy sobreviven 15. El rito más famoso es el Viernes Santo, cuando recorren las calles 2.500 encapuchados con la Addolorata, que tiene un vago parecido a la Macarena, y un fastuoso ataúd con Cristo muerto. Las marchas fúnebres y las escenas dolientes se extienden por toda la isla. «No hay pueblo en Sicilia en el que la pasión de Cristo no reviva a través de una representación, en las que personas vivas o grupos de estatuas no hagan de las calles el teatro de ese gran drama cuyos elementos son la traición, el asesinato, el dolor de una madre», escribió Leonardo Sciascia, siciliano.
Los misterios, grupos escultóricos de la Pasión, son la esencia de las procesiones de Trapani, y cada uno corresponde a una maestranza. Igual sucede en el imponente desfile de la Real Maestranza de Caltanissetta. Muy cerca, en San Cataldo, la herencia española reside en gigantes de cartón piedra que representan a los apóstoles. Estas cofradías fueron también tapadera de sectas liberales y carbonarias contrarias a los Borbones, así como las capuchas han servido en Sicilia como perfecto disfraz para crímenes. En muchas localidades fueron prohibidas y en Corleone, por ejemplo, sólo han regresado hace dos años después de cuatro décadas.
Huella catalana
En Cerdeña, por donde pasó el soldado Miguel de Cervantes en 1573, la huella catalana y española se percibe sobre todo en Cagliari, Iglesias y Alghero, las localidades donde los invasores se implantaron con fuerza desde el primer momen to. En Cagliari, capital de la isla, las cofradías y sus pasos datan del siglo XVI.
En Iglesias, cuyo nombre ya lo dice todo, las cofradías tienen cinco siglos y conservan sus tradiciones españolas intactas. Por ejemplo, los miembros se llaman 'germanos', variación de 'hermanos'. En cambio, en Alghero, son los Germans Blancs, la semana es Dijous Sant, Divendres Sant..., el paso central es el Sant Crist de la Misericordia y el momento más intenso, el 'desclavament'.
Fuente: Pasin espaola en Italia. El Correo
Este es sin duda un artículo interesantísimo pues sacude el polvo que cubre el cofre de la herencia hispánica en Europa, que no es poca, desde el sur de Francia hasta los Países Bajos (principalmente las poblaciones que resistieron la mentira y conservaron la Fe) , pasando por el Mediterráneo Aragonés. Interesante a su vez por que aquí en España es algo que tenemos olvidado y que los países receptores de esa cultura, lo mismo que en hispano américa, consideran el paso de los españoles como algo nefasto y una página a pasar, salvo , sorprendéntemente, el sur de Francia donde su pasado aragonés y español , así como su herencia hispánica, les ha servido a modo de adn diferencial en lo cultural y como baza especial para conservar distintas realidades que el centralismo gabacho ha intentado eliminar.
Ya va siendo hora de recuperar la memoria.
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